La inmediatez de las nuevas tecnologías proporciona que envíen fotos sugestivas sin ninguna responsabilidad, pero lo más importante, es que no tienen percepción del riesgo. A este hecho se añade que a esas edades, además de las cuestiones hormonales, necesitan sentirse aceptados por el grupo, por lo que suelen ser más transgresores”, sostuvo. La práctica del ‘sexting’ implica involucrar al adolescente al exhibicionismo mediante la grabación de sonidos, fotos o vídeos propios en actitudes sexuales, desnudos o semidesnudos, normalmente con destino a una pareja sexual o amorosa, aunque en muchos casos a otros amigos, como un simple juego. Esto expone al creador o creadora de dichos contenidos a graves riesgos. Sobre el particular, el decano del Colegio de Psicólogos de La Libertad, Manuel Vargas Achón, expresó que es fundamental explicar a los menores que tener imágenes comprometidas en el móvil es un riesgo, así como enviarlas debido que el teléfono se puede extraviar o alguien puede acceder a el. Además que el problema esta en que tanto padres como adolescentes desconocen las implicaciones legales ligadas a la difusión de imágenes eróticas, una situación que se complica si el protagonista es un menor de edad. “Las leyes de pornografía infantil son aplicables para adultos y a los adolescentes de entre 12 y 18 años, aunque las sanciones que se imponen son diferentes y se gradúan dependiendo de la gravedad del caso. Es necesario proteger a los menores y en el caso de que finalmente la imagen íntima se haga pública, deben perder el miedo a comunicárselo a los padres. Y, sobre todo, que no cedan al chantaje”, manifestó.